martes, junio 17, 2008

Los flashforwards


Hay visiones, espejismos en el tiempo, ilusiones ópticas que habitan en la mente de aquellos que creen en sus sueños, en quienes piensan en sus nietos en vez de en sus abuelos, en los que son padres de su porvenir en vez de hijos de sus recuerdos. En los que no se sienten como la suma de lo que han sido, sino de lo que anhelan ser. En aquellos en cuya memoria se revela la estructura del destino, viviendo más para los proyectos del mañana que por la historia del ayer.

Acostumbramos a pensar en el futuro como una tierra prometida en la que solo hay cabida para los insignes, no como el espacio que cualquier mortal alcanza, al mismo ritmo de sesenta segundos por minuto, y sesenta minutos por hora. Vemos el mañana como la incierta fracción de la línea temporal que aún no ha sucedido; una hipótesis, una cábala, un presentimiento que bien puede ser especulado a partir un instante o en cambio solo ser perfilado en la imaginación de quien lo aguarda. Es ahí, en la mente de quien lo anhela, donde asaltan estas imágenes del mundo posterior, como reveladoras premoniciones de algo que pudiera acontecer.

El mañana es lo inalcanzable para los cobardes, lo desconocido para los temerosos, la ocasión para los osados; una estancia en el presente en completa oscuridad. Y los flashforwards son los haces de luz que parpadean en la tiniebla de la habitación, como relámpagos rompiendo una noche de tormenta, augurando unos acontecimientos, otorgando unos valores a la ecuación espacio tiempo sobre lo que podría llegar a ocurrir en los próximos días, meses o años. Suposiciones, augurios, corazonadas alimentan cada flash que alumbra el futuro: ese misterioso lugar donde intentaremos sobrevivir el resto de nuestras vidas…