jueves, mayo 25, 2006

La zíngara



Cada mañana Erika baila danzas húngaras en la Plaza de los héroes a cambio de unas monedas para cumplir su sueño, poder viajar al sur, a las costas de Croacia y conocer el mar. Por las noches repite los bailes gitanos ataviada de pañuelos y medallas durante un breve crucero por el Danubio bajo las luces de Budapest.
Es una hermosa zíngara de tez morena y enormes ojos de color aceituna, cabello negro azulado y una enorme sonrisa en el semblante con un pequeño lunar junto a su boca.
Hoy ha cumplido 30 años y ha cogido un tren hacia al Mediterráneo, y allí, en un crepúsculo de verano ha conocido la inmensidad. Descalza sobre la arena el gran azul estalló en su mirada, un manto acuático más grande que toda la tierra de Hungría, fue tal el empacho de grandeza que los parpados no consiguieron cerrarse sobre su absorta mirada.
Aquella playa de Dubrovnik había cambiado su vida, sus sueños, ahora deseaba encontrar el amor, envejecer allí, allende el mar, y navegar al sol.