martes, junio 05, 2007

El efecto boomerang


Cuando no existen horizontes que otear desde las atalayas, torres desde las que divisar el futuro, centinelas que atisben el porvenir, ni almas libres por las que velar. Cuando intrusos irrumpen en las vidas ajenas, invaden otras tierras, conquistando un país, asediando sus ciudades, atacando suburbios, asaltando barriadas, saqueando villas. Cuando la ocupación es dominación, la rutina sumisión, y los nativos son exiliados en sus propios hogares. Cuando una cuna es salteada, y los seres queridos son refugiados, lacayos del opresor o cadáveres alfombrando calles. Cuando la atrocidad vence a la humanidad, el odio se instala sobre la bondad, el rencor eclipsa a la razón y la abominación altera las voluntades; nace la rebeldía, la resistencia. Los invasores lo llaman insurrección.


Entre el lejano oriente y las tierras del oeste existe un páramo desértico conocido como la tierra media. Un yermo erial donde el fulgor del sol es casi cegador, y la canícula sofoca al aliento. Allí habitan los insurgentes, una alianza de proscritos que defienden su región de los tanques extranjeros, guerrilleros que luchan para desterrar a los usurpadores. Esta liga de amotinados, no son revolucionarios ni sediciosos, no son mejores personas ni más justos que su enemigo, son rebeldes frente a la ley marcial de los forasteros, la respuesta animal a la agresión, matan para no ser matados. Son supervivientes, replicantes, la regla que confirma que toda acción provoca una reacción; el efecto boomerang.



Unos días en Moscú , y otros pocos de trabajo. En quince días nos vemos….