viernes, febrero 02, 2007

El castillo


Mi castillo es una pequeña fortaleza en Destino, el país imaginario donde habitan mis sueños. Es una ciudadela amurallada entre aguas turquesas, que contempla su reino desde la cima de su colina, en un diminuto islote varado frente a la costa de un viejo bosque encantado. A sus pies las olas pintan las rocas con su resaca de espuma; y desde la almena más alta logro alcanzar la luna para mecerme sobre su curva al menguar. Tras la balconada del torreón se puede divisar la inmensidad del océano perdiéndose más allá del horizonte.

Destino es la patria de mis presagios; mi nación nocturna; un pedazo de fantasía perdido en algún lugar entre la nada y la realidad; un espejismo en la madrugada, que asoma al caer los parpados y se desvanece al alba. En mi tierra de ficción soy el príncipe infantil del castillo de piedra y marfil, en sus estancias me siento libre, liviano, volátil. Los fantasmas viven prisioneros en las mazmorras del fortín; y los deseos deambulan por los pasillos y alcobas, volando dentro de pompas de jabón. Los espejos revelan augurios del porvenir entre imágenes y susurros; mientras en el pozo de los anhelos las ondas en el agua descubren recuerdos del pasado.

Aquel castillo medieval en el crepúsculo es el hogar de mi imaginación, el templo de mis secretos, la cárcel de mis temores. Un espacio de delirios e ilusiones, entre quimera y utopía; Es mi pedazo de libertad, el rincón de mi felicidad, donde residen los versos, bajo las estrellas fugaces, allende del mar.