domingo, febrero 25, 2007

Acuarelas


Nació en un lugar despojado de sonidos, y de aquel mundo de sigilo jamás brotó palabra alguna. En absoluto mutismo y afasia expresaba sus emociones a través de la pintura. Sus inquietudes, la desazón de sentirse excluida, la placidez de percibir sosiego y serenidad, sus ambiciones de escapar lejos de Rusia; no hallarse aterida en el glaciar de su supervivencia. Y sobre ese deseo trazó su último lienzo; durante semanas dibujó los petroleros atracados en el puerto de Vladivostok, días después tomó uno de los navíos y huyó del invierno eterno de Siberia en busca de prosperidad y de un futuro en el estío.

A Katia le llamaban la china de hielo debido al gélido azul de su mirada, y a la tez lechosa de su rostro evocando la estepa nevada de su tierra. Era una muchacha tímida y adusta; de semblante oriental entumecido; flemática y misteriosa. Su vida era una habitación de pensión repleta de láminas y bosquejos. Cada rincón de la ciudad era una estampa, un boceto, una viñeta de cómic, un retrato que esbozar. Había recibido una férrea educación propia de la era soviética, pero su destierro de mutismo le hizo relevar los libros de historia por las acuarelas y el pincel.

En la otra punta del globo, los sueños de Yara emprendieron su éxodo desde una fabela en Río hacia algún lugar al otro lado del océano. Era una adolescente iletrada, privada de educación y cultura; su ilustración era el barrio, y aquel arrabal su única vida. Vomitaba improperios y palabras disociadas en una jerga zafia y tosca; acostumbraba gargajear sus flemas clamorosamente, y esputar al frente sin calcular la travesía de su saliva. En ocasiones aquellos ademanes marchitaban su belleza étnica y sus fascinantes curvas; era tan atractiva como vulgar, tan escultural como profana.

Pero poseía una hermosa manera de expresarse sin necesidad de emplear su turbio habla; sencillamente bailando. A través de la danza era capaz de exteriorizar su sensibilidad, mostrar su conciencia y exhibir sus designios. Su vida era una estancia desnuda donde poder cerrar los ojos y girar en el vacío sin tropezar. Partió de los suburbios cariocas rumbo al viejo mundo, una tierra más allá de las nubes. Unos parientes de Brasil le habían encontrado un local para representar su mágica samba en la ciudad.

Y en el nuevo rincón del mundo las dos mujeres hermanaron sus destinos. Las recién llegadas procedían de diferentes culturas, pero sutilmente cultivaron una mágica comunicación. Katia trazaba dibujos y signos con sus dedos en el aire, mientras Yara hilvanaba gestos, muecas y aspavientos improvisados de su expresión corporal. Arte en estado puro, el talento de dos mujeres ante la adversidad; dos condiciones humanas y un mismo destino de esperanza. Poseían una virtuosa armonía, amistad verdadera, la más autentica de las fraternidades. Sus sueños estaban siendo esclavizados en las galeras en su travesía hacia al porvenir .Ébano y marfil sobre sus pieles; dos razas sintonizando delirios en blanco y negro, intentando hallar los pigmentos adecuados en la paleta de colores, para poder pintar un hermoso futuro.

De momento son siervas de la necesidad en una trena color rubí, bajo el reflejo carmesí de los neones, en una habitación deshabitada de un club de carretera a las afueras de Bilbao…