martes, abril 03, 2007

Extinción


Hace cientos de años el canto de las ballenas se propagaba por los océanos, por los mas remotos rincones del mundo submarino; desde las profundidades abisales del ártico, hasta los lejanos mares australes. Eran el orfeón de los piélagos, los mamíferos más gigantescos que poblaban el planeta, los colosales centinelas del gran azul.

En ocasiones los cetáceos más ancianos, enfermos y desorientados, arribaban a las playas donde embarrancaban hasta expirar. Muchas manadas, migrando en busca de alimentos y nuevos pontos, encallaban en la costa tras el rastro de sus vetustos líderes.

Las pruebas nucleares bajo las aguas y los equipos de sónares de los batiscafos, perturbaron los sistemas balénidos de orientación. Sus singulares sonidos se abandonaban sin eco en la inmensidad, confundiendo las rutas de muchos titanes marinos, que acabaron encallados a su suerte.

Los mercantes balleneros y la contaminación exterminaron al resto.

Cuentan los etólogos que aquellos inmensos seres se extinguieron en el transcurso del siglo XXI. En un pretérito futuro de la evolución, solo prevalece un gran esqueleto en el museo de ciencias naturales. El armazón y la osamenta de la última gran ballena azul que apareció varada en la costa de una isla del atlántico sur.