jueves, febrero 08, 2007

La máquina del tiempo


Recuerdo mi primer salto en el tiempo, la insólita imagen de la exuberante vegetación invadiendo por completo el paisaje. El húmedo golpe de calor con fragancia a flor exótica y fruta tropical despertando mis sentidos. Los inhóspitos senderos abriéndose entre los árboles, las frondosas entrañas del bosque, la gran diversidad de fauna y flora cohabitando cada inexplorado rincón de aquel edén.

Las rutas naturales de la selva revelándonos unas cataratas infinitas, precipitándose sobre un lago cristalino, casi diáfano. Y en la rivera del caudaloso río que regaba el corazón del paraíso, se asentaban decenas de chozas de paja y rama pobladas de singulares humanos desnudos; con sus rostros y cuerpos pintados con tintes vegetales. Era una civilización muy primitiva; las endebles cabañas, sus frágiles armas de caza o los básicos utensilios domésticos eran el rastro de aquella cultura prehistórica. Una sociedad preindustrial, vetusta, nómada, salvaje; a merced de la naturaleza y sus elementos. Una era de lucha y supervivencia; trabajando las fértiles tierras del lugar, cultivando plantas medicinales, construyendo sencillas canoas y herramientas. Aquella antigua comunidad existía en una época tan lejana como distinta a la nuestra.

Aprendimos mucho en aquel primer viaje al pasado. Subimos a nuestra maquina del tiempo y tras un breve lapso adormecidos, regresamos al mundo urbano del presente. Nuestro ingenio del tiempo era un pequeño aeroplano, y nuestro salto a la prehistoria un puente aéreo entre la ciudad de Miami y la selva centro americana.