miércoles, diciembre 13, 2006

La soledad




La Soledad es un retiro de piedra cubierto de hojarasca; un tenso silencio encerrado en una estancia vacía; el eco perdido de un campanario en la montaña; el susurro de un fado nostálgico en la penumbra del sótano; una emoción confinada en la prisión de la melancolía; Un verso desgarrado de su poema, abandonado en el reverso de una fotografía que yace olvidada en el fondo del baúl.

Es la carencia de afecto y compañía; un inhóspito glaciar, un yermo desierto, un árido páramo, un paisaje lunar en mitad de la nada. Es el abatimiento por la ausencia de lo estimado, el profundo pesar que lega el desamor, la lejanía de un ser querido, el triste recuerdo de lo evocado.

La soledad es la inquilina forastera que aflige los corazones; la nómada compañera de alguien sin compañía; la mendiga que deshabita la nada y lo habita todo, poblando los destinos y los instintos; anida en cada rincón de la ciudad, en la cabaña del ermitaño, en un Chat de madrugada, en un vagón de tren, en una UCI postrada. Trasnocha en pórticos o bajo sabanas de seda; se alimenta de las ánimas que naufragan, de espíritus abatidos, de espectros que deambulan desorientados, de aquellos que caminan por los pantanos entre bruma y lodo.

La soledad es encontrarse solo estando acompañado; desearlo todo y no sentirse deseado; habitar un hogar y hallarse despoblado; llenar la vida de enseres y notarse desolado; anhelar y no ser añorado. La soledad es querer amar, sin haberse enamorado.