lunes, agosto 14, 2006

La atalaya


Mi mundo es un castillo encantado morado por espectros, luces y formas que orbitan a mi alrededor dibujando constelaciones. Un universo en el que los astros son pompas de jabón habitadas por deseos y los cometas, luciérnagas que escriben cuentos en la noche con su vuelo.
Mi torreón puebla la cima de una montaña en una remota isla del océano; Un mar turquesa que colorea la mirada de un unicornio alado que surca el cielo de marfil, en una luna que rueda ingrávida en el vació.
Vivo en una almena rodante custodiado por las voces que acunan mis sueños, dos seres gigantes que susurran nanas y dos dragones ladradores que espantan duendes con el rabo.
Un planeta mágico en el que las sombras murmuran mientras me balancean, donde las hadas rescatan la luz que los elfos roban, donde los elefantes repiten círculos en el aire, y las ovejas saltan entre las nubes. Un país en alguna parte donde las montañas manan leche, las casas son de fruta y los bosques de caramelo.
Mi mundo son los brazos de mi padre, el aroma y sabor de mi madre, la fragancia y melodía de las estrellas fugaces que visitan mi atalaya; mis centinelas aulladoras, cada beso en la frente. Trasgos que rascan mi ombligo, pigmeos voladores cantándome al oído, gnomos que mecen mi cuna.
Mi vida es una onda en el agua que se expande en todas las direcciones y crece con la intensidad del amor que recibe. Cada persona que me quiere es un continente de mi reino, y cada nueva porción de tierra un regalo del destino.