martes, febrero 13, 2007

Los trashumantes

Hay una nueva raza en la ciudad, no son seres humanos sino recursos, no tienen nombre sino número, no son personas sino clientes; son usuarios y al tiempo usados. Son parroquianos del dispendio y la codicia; compran lo que no necesitan, gastan lo que ni siquiera poseen; derrochan riquezas, deudas y miserias, hipotecan sus proyectos, dilapidan fortunas en útiles inútiles. Son menos libres que el mercado que comercia con sus vidas.

Portan códigos de barras tatuados sobre sus uniformes. Exhiben copias, imitan iconos, reproducen lo que escuchan, calcan lo que plagian, expolian las ideas, usurpan los sueños. Son dígitos de una secuencia aritmética, un ensayo social, versiones idénticas de una identidad colectiva. Son consumistas consumados, informados manipulados, apátridas sin voluntad. Son peones del sistema, que sintonizan las mismas emisoras para saber como vestir, que comer o a quien amar. Solo perciben lo que las ondas transmiten, tan solo leen lo que los almacenes les venden.

Los trashumantes son almas errantes migrando en rebaño; nómadas ambulantes que siguen el rastro de la manada sin cuestionar su paso. Son ganadería guiada por el dibujo que traza la vereda. Errabundos sin albedrío, espíritus solitarios, cóncavos, vagabundos.

Los trashumantes son los seres migratorios que deambulan por las aceras borrando nuestras huellas; en parte nos poseen, son nuestras propias sombras sonámbulas, la oscura cara subliminal de nuestras almas, un subconsciente adulterado por un mundo deshumanizado. Algunos somos trotamundos intentado avanzar a contracorriente; pero cuando creemos haber conseguido encontrar la senda libre, inevitablemente acabamos vagando seducidos por la senda de la trashumancia…