La esperanza
Cuentan las leyendas que hubo un tiempo en que la humanidad dominaba los elementos con sus mágicos dones y avances tecnológicos. Hasta que el planeta sometido a la inconsciencia de los hombres comenzó a agonizar; y la naturaleza exterminó la civilización por su imprudencia y codicia destructiva. Siglos después un faraón del antiguo Egipto reunió toda la sabiduría de eruditos y hechiceros en un ejemplar escrito: El libro de los muertos; un vetusto manuscrito que hacia acopio de los sortilegios y descubrimientos más asombrosos del universo. La fantástica obra reunía los hechizos y secretos de todos los grandes magos y científicos de la antigüedad, era el vademécum de la nigromancia, todo el poder sobre el cosmos encriptado entre símbolos y jeroglíficos. Los milenarios papiros encuadernados contenían pictogramas de extintas civilizaciones de todo el mundo. Eran el testamento de los brujos más poderosos que habían existido sobre la tierra; de los sabios más ilustres, de los taumaturgos más habilidosos, de los amos y guardianes del conocimiento y el ocultismo; aquellos enigmáticos seres cuyos encantamientos habían desafiado la razón. El soberano ordenó que a su muerte su cuerpo se inhumara junto a los textos. Y allí, prisioneros en el féretro, la magia y los errores del pasado quedarían desterrados para siempre de la vida de todas las criaturas, olvidados en la desmemoria, convirtiendo a los seres vivos en comunes mortales a merced del destino.
El interior de aquel arca fúnebre desató huracanes devastadores sobre las costas centroamericanas; bravas mareas golpeando con recio oleaje el litoral asiático; intensas sequías agostando ríos y cultivos en la cuenca mediterránea; glaciares desquebrajados naufragando a la deriva sobre las aguas australes. Bosques y selvas en llamas, ciudades centroeuropeas anegadas por las lluvias, aldeas africanas expirando de sed…
Al destapar el arca del tiempo la humanidad había expandido a los cuatro vientos la huella maldita del pasado, liberando todos los excesos catastróficos que habían agredido a nuestro frágil mundo en la antigüedad. En el pasado Pandora abrió la caja de las desgracias cerrándola antes de que la esperanza también escapara; con lo que el mundo estuvo condenado a la desolación hasta que regresó para dejarla salir. Confiemos que en esta ocasión la ambición humana haya dejado un lugar en alguna parte a la esperanza.
Mientras tanto hilvano anhelos sobre un bote pesquero. Contemplando en la lejanía los molinos eólicos del puerto de Bilbao, donde antaño solo se divisaban fantasmas de humo sobre las chimeneas….
<< Home