martes, abril 17, 2007

La esperanza


Cuentan las leyendas que hubo un tiempo en que la humanidad dominaba los elementos con sus mágicos dones y avances tecnológicos. Hasta que el planeta sometido a la inconsciencia de los hombres comenzó a agonizar; y la naturaleza exterminó la civilización por su imprudencia y codicia destructiva. Siglos después un faraón del antiguo Egipto reunió toda la sabiduría de eruditos y hechiceros en un ejemplar escrito: El libro de los muertos; un vetusto manuscrito que hacia acopio de los sortilegios y descubrimientos más asombrosos del universo. La fantástica obra reunía los hechizos y secretos de todos los grandes magos y científicos de la antigüedad, era el vademécum de la nigromancia, todo el poder sobre el cosmos encriptado entre símbolos y jeroglíficos. Los milenarios papiros encuadernados contenían pictogramas de extintas civilizaciones de todo el mundo. Eran el testamento de los brujos más poderosos que habían existido sobre la tierra; de los sabios más ilustres, de los taumaturgos más habilidosos, de los amos y guardianes del conocimiento y el ocultismo; aquellos enigmáticos seres cuyos encantamientos habían desafiado la razón. El soberano ordenó que a su muerte su cuerpo se inhumara junto a los textos. Y allí, prisioneros en el féretro, la magia y los errores del pasado quedarían desterrados para siempre de la vida de todas las criaturas, olvidados en la desmemoria, convirtiendo a los seres vivos en comunes mortales a merced del destino.


Hace algunos años los exploradores encontraron una forma de rescatar un arcaico tesoro en el valle de los reyes. Se trataba del viejo libro de pergaminos escondido en el sarcófago del faraón. Allí permanecía rea la prosperidad de un pueblo extinto, y el misterio de su aniquilación. Cuentan los oriundos del lugar que aquel día las nubes ocultaron al sol durante semanas; y que un gran aguacero cayó sobre la región. Ni los más ancianos recordaban la lluvia, ya que no había caído ni una gota sobre la comarca en los últimos cien años. El Nilo desbordó su caudal sobre sus fértiles riveras, anegando templos y aldeas; al tiempo que una tormenta de arena sepultaba los suburbios de Asuán. Aquel mismo día las aguas de Alejandría verdearon diáfanas, mostrando bajo su nitidez, los escombros sumergidos de una antiquísima civilización, conocida como Atlántida, donde yacían los vestigios de su avanzada cultura y extinción. Al abrir aquella tumba se había liberado la maldición oculta del manuscrito. Toda la brujería exiliada, encerrada en el sepulcro, se escapó, propagándose en todas las direcciones, colmando al mundo de los maleficios interrumpidos siglos antes, cuando fueron condenados a vivir confinados junto a las escrituras.

El interior de aquel arca fúnebre desató huracanes devastadores sobre las costas centroamericanas; bravas mareas golpeando con recio oleaje el litoral asiático; intensas sequías agostando ríos y cultivos en la cuenca mediterránea; glaciares desquebrajados naufragando a la deriva sobre las aguas australes. Bosques y selvas en llamas, ciudades centroeuropeas anegadas por las lluvias, aldeas africanas expirando de sed…

Al destapar el arca del tiempo la humanidad había expandido a los cuatro vientos la huella maldita del pasado, liberando todos los excesos catastróficos que habían agredido a nuestro frágil mundo en la antigüedad. En el pasado Pandora abrió la caja de las desgracias cerrándola antes de que la esperanza también escapara; con lo que el mundo estuvo condenado a la desolación hasta que regresó para dejarla salir. Confiemos que en esta ocasión la ambición humana haya dejado un lugar en alguna parte a la esperanza.

Mientras tanto hilvano anhelos sobre un bote pesquero. Contemplando en la lejanía los molinos eólicos del puerto de Bilbao, donde antaño solo se divisaban fantasmas de humo sobre las chimeneas….