martes, abril 24, 2007

Héroes



Algunas criaturas realizan hazañas extraordinarias, encomiables actos de valor y bondad; no poseen habilidades sobrehumanas ni poderes que desafíen la razón, pero la gente les admira como si tal, loando de ellos las virtudes especiales de las que carece el resto. Se convierten en personajes idealizados y elogiados, son personas magnánimas e indulgentes; seres de sangre noble y espíritu bondadoso, benevolentes y altruistas. Son filántropos, paladines de la generosidad en una sociedad individualista y ambiciosa.

Arriesgan su vida para intentar salvar la de sus semejantes, sacrifican todo en un impulso de humanidad, son bienhechores, paradigmas de la valentía; el mundo les conoce con el nombre de héroes. Anidan entre las crónicas de sucesos, en la literatura o surgen de entre las llamas en las catástrofes.

Mis héroes habitan los poblados de Etiopia, conviviendo con la hambruna y la guerra, desafiando a la enfermedad. Son equipos solidarios, que viven ayudando al prójimo sin lucrarse; personas que dedican parte de su vida a asistir a los desamparados. Son individuos anónimos que contribuyen a forjar un mañana a los infortunados. El personal sanitario que asiste a los enfermos infecciosos, los educadores que llenan de conocimiento las aulas, las personas que tienden la mano al necesitado, que auxilian al desgraciado, que colaboran en erigir un porvenir de entre los escombros de las contiendas.

No son insignes por sus meritorias obras, ni ídolos mediáticos. Pero son los auténticos superhéroes de nuestra civilización; no pasean por los tejados de Gotham sino por las calles de Calcuta, redimiendo al infeliz, proyectando sonrisas en los semblantes; son compasivos, auténticos seres humanos… Curan en Ruanda, educan en Namibia o trabajan en Angola; otros construyen hogares y un futuro en Europa lejos la inanición y el estrago.

Cerca de Madrid hay cinco sonrisas en un parque, una por cada continente, una sola familia, y junto a ellos sus nuevos padres,… mis héroes.




Dedico estas líneas a un blog maravilloso que nos deja; a su propietaria Gemma y a su hija Ning.

Me voy unos días a Senegal, allá donde habitan mis héroes; en quince días regreso. Abrazos y gracias a todos...

martes, abril 17, 2007

La esperanza


Cuentan las leyendas que hubo un tiempo en que la humanidad dominaba los elementos con sus mágicos dones y avances tecnológicos. Hasta que el planeta sometido a la inconsciencia de los hombres comenzó a agonizar; y la naturaleza exterminó la civilización por su imprudencia y codicia destructiva. Siglos después un faraón del antiguo Egipto reunió toda la sabiduría de eruditos y hechiceros en un ejemplar escrito: El libro de los muertos; un vetusto manuscrito que hacia acopio de los sortilegios y descubrimientos más asombrosos del universo. La fantástica obra reunía los hechizos y secretos de todos los grandes magos y científicos de la antigüedad, era el vademécum de la nigromancia, todo el poder sobre el cosmos encriptado entre símbolos y jeroglíficos. Los milenarios papiros encuadernados contenían pictogramas de extintas civilizaciones de todo el mundo. Eran el testamento de los brujos más poderosos que habían existido sobre la tierra; de los sabios más ilustres, de los taumaturgos más habilidosos, de los amos y guardianes del conocimiento y el ocultismo; aquellos enigmáticos seres cuyos encantamientos habían desafiado la razón. El soberano ordenó que a su muerte su cuerpo se inhumara junto a los textos. Y allí, prisioneros en el féretro, la magia y los errores del pasado quedarían desterrados para siempre de la vida de todas las criaturas, olvidados en la desmemoria, convirtiendo a los seres vivos en comunes mortales a merced del destino.


Hace algunos años los exploradores encontraron una forma de rescatar un arcaico tesoro en el valle de los reyes. Se trataba del viejo libro de pergaminos escondido en el sarcófago del faraón. Allí permanecía rea la prosperidad de un pueblo extinto, y el misterio de su aniquilación. Cuentan los oriundos del lugar que aquel día las nubes ocultaron al sol durante semanas; y que un gran aguacero cayó sobre la región. Ni los más ancianos recordaban la lluvia, ya que no había caído ni una gota sobre la comarca en los últimos cien años. El Nilo desbordó su caudal sobre sus fértiles riveras, anegando templos y aldeas; al tiempo que una tormenta de arena sepultaba los suburbios de Asuán. Aquel mismo día las aguas de Alejandría verdearon diáfanas, mostrando bajo su nitidez, los escombros sumergidos de una antiquísima civilización, conocida como Atlántida, donde yacían los vestigios de su avanzada cultura y extinción. Al abrir aquella tumba se había liberado la maldición oculta del manuscrito. Toda la brujería exiliada, encerrada en el sepulcro, se escapó, propagándose en todas las direcciones, colmando al mundo de los maleficios interrumpidos siglos antes, cuando fueron condenados a vivir confinados junto a las escrituras.

El interior de aquel arca fúnebre desató huracanes devastadores sobre las costas centroamericanas; bravas mareas golpeando con recio oleaje el litoral asiático; intensas sequías agostando ríos y cultivos en la cuenca mediterránea; glaciares desquebrajados naufragando a la deriva sobre las aguas australes. Bosques y selvas en llamas, ciudades centroeuropeas anegadas por las lluvias, aldeas africanas expirando de sed…

Al destapar el arca del tiempo la humanidad había expandido a los cuatro vientos la huella maldita del pasado, liberando todos los excesos catastróficos que habían agredido a nuestro frágil mundo en la antigüedad. En el pasado Pandora abrió la caja de las desgracias cerrándola antes de que la esperanza también escapara; con lo que el mundo estuvo condenado a la desolación hasta que regresó para dejarla salir. Confiemos que en esta ocasión la ambición humana haya dejado un lugar en alguna parte a la esperanza.

Mientras tanto hilvano anhelos sobre un bote pesquero. Contemplando en la lejanía los molinos eólicos del puerto de Bilbao, donde antaño solo se divisaban fantasmas de humo sobre las chimeneas….

martes, abril 10, 2007

Aflicción



Un súbito fragor ensordeció el ambiente; al tiempo que el repentino bandazo zarandeó los cuerpos en el estrépito, golpeándolos violentamente contra los hierros. Algunos pedazos de la carrocería se desgajaron con los tumbos, sembrando el pavimento de vestigios ensangrentados. Mientras el ardor de la metralla de vidrio y metal contra sus pieles les causaba un dolor sobrehumano. Se estremecieron y en el espacio de un latido, un fulgor cegador envolvió el espacio, y todo se desvaneció para siempre.


Minutos después una mujer sollozaba arrodillada en el arcén. Bramaba desvalida con la mirada extraviada y el semblante sanguinolento; agitando los brazos con cada grito que desgarraba su voz. A pocos metros yacía un cuerpo mutilado y calcinado bajo una sabana. Aquellos restos humanos carbonizados sobre el asfalto eran el rastro exánime de su hijo. Una vida sesgada en un instante, una estrella fugaz estrellada, el desenlace prematuro de una historia por contar; un relato interrumpido, terminado casi antes de empezar…


A aquellos que perdieron la vida trágicamente, y a quienes les extrañan.

Para mi amigo Iker.

martes, abril 03, 2007

Extinción


Hace cientos de años el canto de las ballenas se propagaba por los océanos, por los mas remotos rincones del mundo submarino; desde las profundidades abisales del ártico, hasta los lejanos mares australes. Eran el orfeón de los piélagos, los mamíferos más gigantescos que poblaban el planeta, los colosales centinelas del gran azul.

En ocasiones los cetáceos más ancianos, enfermos y desorientados, arribaban a las playas donde embarrancaban hasta expirar. Muchas manadas, migrando en busca de alimentos y nuevos pontos, encallaban en la costa tras el rastro de sus vetustos líderes.

Las pruebas nucleares bajo las aguas y los equipos de sónares de los batiscafos, perturbaron los sistemas balénidos de orientación. Sus singulares sonidos se abandonaban sin eco en la inmensidad, confundiendo las rutas de muchos titanes marinos, que acabaron encallados a su suerte.

Los mercantes balleneros y la contaminación exterminaron al resto.

Cuentan los etólogos que aquellos inmensos seres se extinguieron en el transcurso del siglo XXI. En un pretérito futuro de la evolución, solo prevalece un gran esqueleto en el museo de ciencias naturales. El armazón y la osamenta de la última gran ballena azul que apareció varada en la costa de una isla del atlántico sur.